TODO SE REGRESA

Enrique Iniesta Canales, sí, aún me acuerdo de su nombre. Iba yo en el Colegio Morelos de monjas y tendría unos 6 años.
Enrique era el típico niño aislado de la sociedad, decían que olía feo(cállate Luis) y que era sumamente tonto. Su mamá era de las típicas viejas mitoteras que se quedan hoooras platicando de babosada y media con otras de la misma especie, cuando recogen o van a dejar al niño.
El niño me caía especialmente mal, era de esos que no podía ni ver en pintura, y no lo odiaba por lo que decían de él, y ni siquiera por su mamá... Es más, jamás me había hecho nada, el punto es que un día con la mala suerte que me perseguía en esa escuela, me sentaron atrás de él...
Trataba de hacerme la plática por cualquier cosa, que si la tarea, que si fulanito de tal me caía bien, que quién me gustaba...en fin. Un día se le cayó su estuche de los Power Rangers o una jalada así, todos sus colores salieron volando de su pupitre y algo dentro de mí me obligó a pararme enfrente de él, me agaché y tomé uno de sus colores, el se me quedó viendo sorprendido, me estiró la mano para tomar su color, pero mi repulsión vino de repente y lo solté al piso.
El sacadisímo de onda solo me dijo: No te costaba nada dármelo en la mano. Y yo respondí: No tengo porqué hacerlo, tú no eres de mi agrado. Y con una actitud especialmente mamona me senté de nuevo.
Teníamos una compañera de clase, "María Piedad" que era una niña güera de rancho que siempre tenía los ojos hinchados y baba seca alrededor de la boca. Mapi, como le decíamos me entregó en clase de computación un papelito que decía:

"Le gustas a Enrique"

Mi cara de asco fué casi instantánea, no podía creerlo, yo le encantaba al niño que le hacía la vida de cuadritos. A esa corta edad descubrí una lección importantisima en la vida: "Mientras más mamona te portes con los hombres más les gustas, y por consiguiente, más te chingan".
La madre de Enrique me regalaba siempre cosas, dulces, paletas de chocolates, pequeños peluches. Pero ni aunque me regalara un Yaris con flores, ni aunque su madre interviniera, lo trataría como lo que era: un simple niño enamorado de mi.
Aceptando las cosas, yo era una nerd, recibía los diplomas de aprovechamiento, tanto de inglés como de español. La monja que nos daba clases de moral, siempre me escogía a mí para leer enfrente de todos. Yo repartía los dulces cuando el salón se portaba bien. Cada mes tenía el 1º o 2º lugar en calificaciones de el salón. Participaba en danza regional y en la estudiantina tocando el pandero. La alumna perfecta. Y él...bueno, el era más bien...digamoslo así... un perfecto imbécil. Sacaba los últimos lugares del salón.
El día que lo rechacé por última vez, su cara cambió. En 4 meses, hizo lo que nunca: comenzó a subir de calificaciones y me lanzó a mí hasta el 15º lugar en el salón. Ya en 3º de primaria cuando el cambio de escuela era inminente, yo le rogué a la maestra que por favor me dejara salir de abanderada en la escolta...
"No puedo, en serio, el abanderado esta vez será Enrique."
¿Qué será quién? Enrique...el pendejete de quinta que yo rechacé...?
Me sentí muy muy mal, quería destrozarle el cuello a él y a su mitotera madre, lloré días enteros. Y el día en el que salió en la escolta su mamá estaba en primera fila tomándole fotos ¬¬'.....
Me acerqué y humildemente le dije: Perdón Enrique, me porté mal contigo..te ves muy guapo con charreteras y gorrito. Felicidades, te lo merecías!
Jaaaaa...apoco creyeron eso último?
El verdadero fin fue que yo desde la formación le deseaba millones de maldiciones. Lo que me hizo no tenía nombre. Y fué entonces que descubrí una segunda lección: "No importa cuanto les gustes, si los hartas...te lo regresan"

Un beso a todos...enfermita desde mi cama

Este video me encanta, es de un homenaje a Andrew Lloyd Weber, en dónde sale Sarah Brightman y Antonio Banderas cantando "The Phantom of the Opera", ojalá les guste, ya que es uno de mis favoritos.


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